En la calle Los Patos, en Parque Patricios, hace medio siglos, mi mamá jugaba al holocausto con muñecas. Parece que las mandaba a la cámara de gas. O las hacía jabón. No lo se. No se cuantos detalles escabrosos tenía a su disposición en su niñez. Supongo que sabia que su abuela, mi bisabuela, y su tias, habían muerto en la cámara de gas.
No fué fácil sobrevivir una mádre así. Pero fué más fácil que para ella, su madre, mi abuela, que solo supo de ghetos y guerras, de huidas y pérdidas. De un dolor sordo que nunca se apaga.
Me pregunto que es lo que el bicho dirá de mi, en 30 años.
Se diluirá el dolor y desaparecerá?
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