El sábado fuí a trabajar, primera vez en mi vida, creo. He tenido la intención miles de veces, pero nunca la había llevado a cabo. Tres horas, ponele, nada grave. Y además aproveché y fuí a nadar. O, fuí a a nadar, y de paso, ya que me quedaba cerca, fuí y pensé un poquito como modelar un canal. Así creo que tiene más sentido.
Llegué y lo encontré a MM afeintándose y refunfuñando: teníamos la fiesta de navidad de mi empresa, en downtown, con dress code. Cuando terminamos de vestirnos no quedamos nada convencidos. Yo hubiera ido igual, porque una vez que estás ahí, y que todo el mundo te miró una vez, ya está. Se dedican a mirar el culo enfundado en satén de alguna que siempre es más interesante que un outfit un poco awkward, pero sin intención de ofender. Pero no tuve la fortaleza de convencer a MM y nos fuimos a ver la peli de Sidney Lumit.
Una decisión pésima. El golden compass hubiera sido la opcion perfecta. O la de Dylan. La de Sidney Lumit es una película buenísma que te hace sufrir durante tres horas. Pero no de sufrir y llorar y liberar endorfinas y salir chocho. Sufrir, sufrir, de veras. Te dan ganas de salir del cine y acabar con el asunto.
El domingo me commisceré un poco. Después me di cuenta que sólo a mi se me ocurre que uno puede prepararse para una fiesta de este estilo en 15 minutos. La GENTE NORMAl se pone a preparar el outfit con semanas de anticipación. Debe gastar un promedio de 8 horas por fiesta, eso sin contar las horas invertidas en imaginar el outfit perfecto. Y eso es para la gente normal no preñada.
En fin, ya está. Necesito zapatos de salir. No se, algo tipo Camper.
Después de la comisceración nos fuimos a un café relindo. LLeno de hipsters. Y después a Trade Joes a comprar cosas riquísimas. Brie, Jalapeño y Swiss, nada de cheddar.
Cuando llegamos yo declaré embarazo agudo y me acobaché en el sillon- cama de día- que se yo. El único problema, sin bien grave, es que no tenía nada que leer. No hay nada mas terrible que un domingo nublado sin nada para leer. Tenía para terminar un libro que saqué al azar de la biblioteca. Kenzo Kitakata. Caca. Una bazofia. Yo me esperaba un Haruki Murakami, como me iba a imaginar que alguien se va a poner a traducir semejante pelotudez del japonés. Como si no hubiese sufieciente mierda autóctona. Andá a entender.
Y ahí vino lo mejor del finde: finalmente lo convencí a MM de que nos mudemos al living. Permanentemente. Como en el studio del North End. Y como MM está muy de empresario, le gustó la idea de tener su oficina. Yo tengo la mía, el tiene la suya, y vivimos aquí apretaditos y calentitos, y no hay que gritar, y cuando uno tiene hambre la heladera está ahi, a tres pasitos nomás. Y el baño a cuatro, y la vida es fácil.
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