Miranda, el pueblo circular, tenia la estacion de trenes en el centro, un boliche a cada lado , la escuela, una capillita, la señora Porota que vendía caramelos, la familia con el chico sindrome de down atado en la vereda polvorienta con una soga y la familia del señor que tenía hijos con su hija. Tambien habia una carnicería.
La escuela tenía dos aulas, dos maestras y una directora. Los chicos aprendian a leer en segundo grado, a veces. Las maestras sabían leer, escribir y las cuatro operaciones aritméticas, a veces.
El primer dia de clases los chicos me rodearon en circulo y me miraron asombrados por un rato, se reian creo. Nunca habian visto algo tan ridículo y tan feo. Rulos, ojos verdes, pecas en la nariz, una ropa jamás vista. Mi portafolio, especialmente, blanco y azul con un dibujo de los tres chanchitos, de plastico.
El plastico era algo raro en Miranda. Casi tan raro como una chica con pelo corto que desafiaba la leyes gravitatorias. Cuando entramos al aula, que era compartida por los tres primeros grados, la apertura del portafolio fue seguida atentamente por 20 pares de ojos marrones, que entraron en extasis cuando saqué el sacapuntas de plastico con forma de avioncito. Me lo pidieron y fue pasado de banco en banco en silencio y admiración. Uno a uno todos los mágicos objetos de mi cartuchera fueron analizados cuidadosamente.
Nos dieron la tarea, yo la terminé en un par de minutos y fue al escritorio de la maestra a mostrarselo. La maestra me dio otra y la cosa se repitio hasta que la maestra dicidió ascenderme de grado y darme tareas mas complicadas. Lo único que logró fue una ganancia de un par de minutos. Los 20 pares de ojos marrones seguian mis viajes insesantes al escritorio con hostilidad creciente, mientras trataban de dilucidar el misterio de 20 dividido 4.
En el recreo una chica rubia se acercó y me preguntó si quería jugar a un juego. Tenia un cuadrado de papel en la mano, que se plegaba y desplegaba misteriosamente. Fue mi primera intreducción al origami. Las puntas tenian números, y me dijo que eligiera uno. Yo elegí y después de muchos misteriosos pliegues y repliegues, me mostro el resultado. Era una palabra desconocida pero no hacia falta mucha astucia para leer el insulto.
Cuando entramos al aula le conte a la maestra y el origami insultante fue confiscado. La chica rubia me susurro al pasar frente a mi banco -The agarro a la salida- Yo no tenia muy claro el significado preciso de la frase, pero sabía que estaba en problemas.
Cuando sono la campana traté de postergar la salida. Pero los pueblos circulares no presentan grandes posibilidades de escape. Los chicos me estaban esperando. Marcela, la chica rubia, se sacó el guardapolvo con mucha lentitud mientras me miraba con una sonrisa sobradora. Se lo dio a uno de los chicos, se acercó a mi con una seguridad aterradora y me agarró del pelo. Yo tenia solo una mano libre, con la otra aferraba el portafolio de los tren chanchitos. Siguiendo su ejemplo la agarré del pelo tambien, con mi mano libre. Y durante un tiempo que parecio tan largo asi estuvimos, abrazadas y girando como un trompo loco. Marcela me pegaba y yo seguia con mis dos manos cerradas como puños de fierro en su pelo y mi portafolio.
Al cabo de unos minutos, jadeante y sudorosa me soltó. Su sonrisa triunfante se congeló cuando vio la cantidad de pelo rubio que habia en mi mano. Las cosas no estaban claras. El grupo se disolvio y yo me fui caminando al costado de la via hasta mi casa.Mi mama me pregunto cuando vio el estado de mi guardapolvo que habia pasado.
-Nada,dije-
Yo estaba en segundo grado y tenia 6 años.
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