Wednesday, September 16, 2015

las impuntuales

Ahora tengo que llamar a la profesora de danza para decirle que Lulu decidió finalmente ir a danza moderna 1 y no 2. Luego tengo que aguantarme el hambre hasta las 1 y media, para comer con ella, luego tengo que acordarme de ponerle en el bolsito de danza su manual, porque después de danza se va con una nena grande que le explica matemática, me han dicho que es el mejor método de que estos niños inteligentes pero reticentes al aprendizaje formal hagan los deberes. Todas estas pequeñas cosas las habrá hecho mi mamá por mi? Todas esta infinidad de pequeñas cosas que uno hace por ellos para que todo termine en lo que suelen terminar las relaciones entre madre vieja y adulto. Que horror. Por suerte es tan horroroso que uno ni puede entender el concepto, es como el concepto de infinito. Está ahi pero uno no lo entiende, uno también se da cuenta de que va a terminar en ese lugar de la madre vieja e insoportable, pero tampoco lo entiende, sino se terminaría la raza humana en tres generaciones, supongo.

Ayer hablaba con la desorganizada, en los pocos minutos libres que nos quedan entre estas infinitas tareitas que nos consumen los dias sobre si Lulu se parece a mi. En lo único que yo veo un parecido es en sus defectos. En la impuntualidad por ejemplo. Lulu se levanta a las 7 y tiene 50 minutos para prepararse, pero nunca está preparada a tiempo, yo tampoco. A las 7 y 40 le empiezo a repetir como un loro loco Lulu lavate los dientes, Lulu vestite, Lulu las zapatillas, Lulu lavate los dientes, Lulu las zapatillas y asi en loop. A veces le digo lavate los dientes y ella esta con el cepillo en la mano, pero la mayoría de las veces voy a su pieza porque hay un silencio delator y la encuentro abstraida en alguna elucubración filósofica, supongo, pensando si dios salió de un huevo y si es así, de dónde salió el huevo. O me la encuentro concentrádisima dibujando, o tejiendo o cualquier cosa que no sea ponerse las zapatillas. La miro y me veo a mi misma, 40 años atrás, hipnotizada mirando el horizonte desde la ventana de mi pieza, como clavada al suelo, sintiendo los minutos correr, escuchando a mi mama diciendo es tarde, pero sintiendo a la vez que si me quedo otro minuto mas inmóvil mirando hacia la lontanza algún misterio de la vida se me va a ser revelado, tal vez se me aparezca la solución del acertijo de dónde vino el huevo de donde vino dios.


4 comments:

Ale said...

no quiero meterme en la relación con tu madre, pero yo creo que hacer todas esas pequeñas e infinitas cosas por tus hijos hace que de grande tengas una relación maravillosa. hay muchos hijos que se llevan fantásticos con sus madres. Obvio que uno siempre se equivoca y algo te van a echar en cara, pero no creo que se olviden cuanto los cuidaste y les permitiste ser ellos mismos.

Maguita said...

Genial Wanda, mi hijo mayor y yo somos exactamente iguales. Los impuntuales y voladores. Le repito la misma infinidad de veces las cosas que vos a Lulú. El tema es que yo era así pero creo que a mi mamá no le importaba. Nunca me apuró demasiado. Y me dio mucha autonomía. Por eso siempre supe que llegar tarde no es una tragedia pero mejor si me apuro y llego temprano, je.

Anonymous said...

No sé cómo habrá sido tu mamá, pero esto es una regla de tres. Si das amor y consideración, se recibe lo mismo a la corta o a la larga. En algunos períodos los chicos están volcados mucho sobre sí mismos, y está muy bien porque forma parte de la maduraciòn, pero tampoco es que hagamos las cosas esperando la devolución.
Yo creo que vas más que bien, sobre todo porque los hacés felices, se crían contenidos y con la posibilidad constante de enfocarse en lo que les gusta, con libertad.
Y encima, qué liiiiindos chicoooooos!!!!
Ashiku

desorganizada said...

ay, wanda, recién hoy puedo leer tu blog y veo esto. se me ocurre tanto para decir y pensar. a mi me da tanto pánico ese infinito de la madre vieja que monstruosamente a veces les hago semiprometer que siempre nos vamos a llevar bien. lo que querría decirles es: firmá acá, es un trato que dice que siempre me vas a querer, a admirar y a respetar como ahora, aunque ya te fastidie, ya me veas las hilachas, que no pase de acá el resentimiento, que como mucho sea una vieja ridícula y querible, como un poco ya soy.

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