Las clases van bien, y aunque no es fácil trabajar 8 horas y luego seguir, me gusta tanto que no me importa. Las tres chicas cosen super bien, y tienen ideas geniales, y está bueno. Ayer vino otra chica a ver que onda. Por supuesto también hay otras cosas que necesito manejar, no solo enseñar a coser, cortar y bordar, también tengo que imponer reglas de conducta. En cierta forma me convierto en un modelo a seguir, tengo un lugar donde ejerzo influencia, planto semillas, que se yo, suena todo un poco ampuloso, pero el lugar de maestra, de lo que sea, es un lugar de cierto poder.
Una de las cosas que pasan es que no se quieren ir, y yo luego de una hora y media de manejar todas estas pequeñas situaciones quiero que se vayan y relajarme un poco. Creo que la clave es avisar 10 minutos antes y coordinar cual será la última costura y luego ponerme y ponerlas a ordenar. Seguro que van a rajar, el orden y los niños no suelen llevarse bien, y si quieren ordenar la verdad, podrían quedarse hasta mañana.
Ayer Pepe me preguntó porque Lulu y yo peleamos. Me dijo que le molesta que peleemos, en un tono que tiene Pepe, que es conciliatorio y comprensivo. Luego se lo conté a Lulu, como para dar pié a que hablemos de nuestros problemas y le busquemos soluciones y me dijo, con un tono lleno de impaciencia, que era la tercera vez que le contaba lo que Pepe había dicho. Lulu es un desafío y un espejo.
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