La torta tuvo dos pisos

Le festejamos el cumple en el jardín el viernes, aunque todavía faltan dos semanas, por motivos de que no había suficiente viernes para todos los cumpleañeros. Es el único día que veo a los chicos de jardín por una hora, y como me pasó el año pasado, salgo con el corazón contenta. Es un lindo grupo de chicos, y las maestras son copadas.

Quedé tan agotada con la torta que no pude sacarle una foto dececente. Tendría que haberle sacado ese plato horrible de plastico, haberla puesto en un lugar menos feo que esta cocina amarronado, pero la verdad es que es un milagro que le haya sacado una foto.

De la foto no probé bocado. Fui al cumple con la suegra, mientras MM se quedaba con Pepe. Con ella hicimos la misma obra del año pasado, la de la princesa que viste la bolsa de basura. No fue tan exitosa como la primera vez, pero bueno, fue interesante. Por eso Lulu está vestida de princesa. Lo cierto es que no me quedé a probar la torta porque a la suegra no la puedo soportar tanto tiempo, y menos en una situación social. Además del gran agotamiento emocional.

Estaba segura además que no iban a poderse comer semejante torta de chocolate. Kilos de crema. Tenía tres cuatro capas de crema de chocolate! Ademas del fondant (que compré hecho, porque lleva como ingrediente glucosa y glicerina, y andá a conseguirlos aquí en el desierto) y del frosting azul y de las piedras de chocolate. Pero se la comieron hasta la última migaja y los vi luchando por las mejores piezas cuando la fuí a retirar. La idea de la barbie fué buena. Fué una sorpresa, y fué la primera barbie que le comprarmos. Todas las que tiene son heredadas y están bastante desmembradas.

Cuando le pregunté hubiese preferido una sirena de azucar me dijo que no, porque si hubiese sido de azucar una vez finalizada la torta le hubiesen quedado solo miguitas. La chica es práctica.

Del fondant quedé enamorada. A no todos les gusta, pero es muy facil removerlo, y funciona como una cáscara que proteje a la torta. Con el fondant se crea una fantasía, la fantasía de que uno va a comer algo nuevo, diferente. Me extendería pero el deber me llama.