Fuí a Tel Aviv esta semana. Una vez al año la Universidad nos organiza una salida, esta vez fué a Tel Aviv. Como no me gustaban ninguno de los dos planes que nos habían organizado y una de las visitas guiadas era cerca del museo Tel Aviv, al que había ido solo una vez, pero con los dos chicos, y casi no pude disfrutarlo. Convencía a una de las chicas que trabajan conmigo de ir, y eso hicimos. La ventaja del día este es que salimos temprano y volvemos tarde, así que MM tuvo que hacerse cargo de llevar y traer a los chicos, y solo eso, relevarme de esa obligación, hace de mi día una fiesta loca. Disfrutamos mucho del museo, aunque no vimos ni la mitad. Mi amiga se emocionó mucho, y me alegró de descubrir que le gusta el arte, aunque a mi me gusta el arte moderno, y a ella el impresionismo, pero igual me encantó. Suelo ir a los museos sola, o con los chicos, y estuvo bueno ir con alguien diferente y ver arte a través de los ojos de alguien diferente. El museo de Tel Aviv es un museo lindo, me estoy empezando a dar cuenta. Los espacios son armoniosos y, si bien es inmenso, no es agobiador. Ahora que ya lo empiezo a conocer me dan ganas de ir de nuevo, tal vez con Lulu, ahora que ya está mas grande.
Al mediodía teníamos planeado comer en un restoran, y yo no sabía si ir o no. Pero de cualquier manera la llevé a mi amiga, y a último momento decidí que tal vez mejor me sentaba y comía ahí, mas que nada para descansar. Pero cuando llegué nos encontramos con un restoran oscuro, pintado de bordó, en dónde uno de los mozos estaba cantando una canción super cursi y super ruidosa. Yo pensé que me moría de un infarto. Salí de ese restoran como entré y me fuí a pasear por Tel Aviv.
Tel Aviv en un día perfecto de primavera es una experiencia increible, tal vez porque los días así en Tel Aviv son una rareza. Comí con mi amiga en un restoran Tailandes muy simpático y de ahí me fuí de compras. Estaba demasiado agotada y mis compras fueron un desastre (compré lo que no debía y no lo que necesitaba, pero bueno). Lo que si pasó es que me la pasé entablando conversaciones super interesante con desconocidos. Es como que el cansancio me abrió una puerta a la simpatía que generalmente permanece cerrada.
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